Uno:
Tic
Cómo
hemos amanecido José. Ha dormido bien, preguntó mientras revisaba la hoja.
Bueno, aquí estamos, un día más ya, respondió el anciano mientras su dignidad
le obligaba a incorporarse. Se recolocó las sábanas de costado. Aún tenía el semblante
arrugado por la postura de la almohada y una parte del rostro aplastada por su
propia mano. Bueno, eso es que si, verdad, ahora aviso para que le suban las
enfermeras y le den el desayuno. Vale, dijo ofreciendo una sonrisa a quien la
mirase mientras terminaba de revisar con
interés las hojas del parte médico del paciente, gracias, asintió. Luego, sobre
las nueve o así, vuelvo a subir a la habitación para que me comente un poco
como ha ido todo, vale, y ver en que puedo ayudarle José, vale, venga José,
hasta luego.
Sin
embargo, por la circunstancialidad, por los pliegues del momento, la amabilidad de la doctora no parecía
convencer plenamente al ánimo de aquel hombre, mayor. Su mirada continuaba
puesta en dirección a la ventana, como si estuviese resignado a esperar a algo
que nunca iba a llegar, pero que sin embargo resultaba saludable para su ánimo,
la espera. Sus manos anchas y fuertes, curtidas por todo el trabajo de una vida
se entrelazaban, en sus pómulos hundidos ya no quedaba esperanza y una tristeza
profunda era lo único que su mirada era
capaz de transmitir. A noventa y dos años, cuando pensó ser insensible a las
nimias vicisitudes de la vida, cuando creía que la fortaleza que el tiempo
terminó por impartirle era un armazón suficiente para los enigmas del corazón,
y la frialdad , su única carta de presentación ante la indiferencia de la
sociedad, parecía haberse equivocado. Aunque dicho error, habría sido el más
tierno de su vida.
Dos:
Tac
Corrió
las cortinas que le separaban del otro paciente, cogió la silla, y se sentó.
Bueno José, me voy a sentar aquí, y usted me va a contar eso que ha pasado, que
somos todos aquí mayores y adultos, y ya no hay vergüenzas, intentó entrar en
confianza mientras se acomodaba la bata que aplastaba bajo la silla y se
recogía el pelo situándoselo detrás de
la oreja, al tiempo que brindaba la mejor de sus sonrisas. La luz del medio día
parecía augurar un recinto propicio para que él se explayase y brindar toda la información necesaria para
esbozar un diagnóstico. Mire, yo soy una persona mayor, y ya sé yo
porque estoy aquí, pero le digo a usted y al compañero, al compañero,
pregunto, si, si, respondió él, al otro que ha venio antes a traerme la sonda, a vale, reconoció. Nada, pues eso,
su mirada atravesaba la ventana de la habitación, que prefiero irme a casa, a
estar tranquilo, pero se aprovechan de uno, no digo usted, pero se aprovechan
hombre, murmuró intentando buscar algo
con que inquietarse y disuadir la solicitud del médico. Su mirada empezaba a escudriñar
nuevamente el entorno en el que se encontraban. Vamos a ver, José, que tiene
usted razón, pero solo le pido que me
cuente y yo así se lo voy a comentar a sus hijos, que van a quedarse más tranquilos, vale, sólo le pido
eso. Igual está aquí, como usted dice y debería estar en casa, pero a veces hay
que pasar por estos malos ratos, así que me cuenta otra vez a mí que he llegado
yo hoy y vemos como le podemos ayudar, vale, preguntó, volvió a sonreír, volvió
a acomodarse el pelo y recolocó su
postura en la silla. Pues nada, que va a
pasar joder, que a uno ya se le pierde
el respeto. Eso es lo que pasa. Me cago en diez, aquejó con actitud propia de
una inconformidad rendida. Frunció el seño. Por qué a ver, dij ella, porque va
ser, porque creen que por que uno ya es mayor no puede tener intimidad, la
ostia, increpó con severidad, aún mirando a la pantalla del televisor. La
tranquilidad de la doctora no lideraba aún frente a la tensión del ambiente. Hombre claro que sí,
claro que sí, dijo ella, todos tenemos derecho a nuestra intimidad, eso está
clarísimo vamos, reflexionó mientras
sonreía, hombre ya le digo yo que si joder, por eso le digo que no se qué hago yo aquí. Menudos hijos, me cago
en diez, expuso mientras movía la cabeza y volvía su mirada hacia el otro lado
de la conversación, Claro que sí, pero es que lo hacen porque le quieren y ya
no saben cómo ayudarle. Pues si me quieren, si me quiere, sabe usted que tienen
que hacer, preguntó mirándola, he, Sabe usted lo que deben hacer, interpeló mirándole
a los ojos. Ella solo se limitó a escuchar, y se creó un silencio que cambio
completamente el color de la habitación, dejarme en paz,y punto, a mi aire, de una
puñetera vez joder, sus ojos empezaron a empañarse y su rostro enrojecía
suavemente.
Quiénes
son ellos para entrar en casa sin llamar, he, dígamelo usted, volvió a
preguntar. Ella fue incapaz de responder. Creía que si, podía parecer que los
hijos detentan autoridad en un determinado periodo de la vida, pero al verlo,
no sintió eso en ese momento. Claro que si José, claro que sí, ella solo podía
ofrecerle una sonrisa de complicidad, y ahora, después de haber estado cuarenta
y siete años casado, de que su madre falleció hace dos, estoy yo con mi vida y
mis cosas, y me traen aquí. Venga ya, recriminó mientras retornaba la mirada a
la pantalla del televisor. Ella únicamente podía sentir ternura, compasión,
connivencia al escuchar esa mañana las razonables peticiones de aquel anciano
que injustamente podían estar censuradas por los dictámenes sociales que ésta
imponía. Pero entonces, ese día estaba con otra persona en casa, verdad,
preguntó, pero yo no tengo por qué decirle quien estaba o quien no, la ostia,
dijo, lo digo por lo que ya sabe. Hombre claro que estaba con alguien, si y que
pasa, no no pasa nada, pero bueno, cuénteme, yo le escucho, con quien estaba,
hizo ella su segundo intento. Pero que es mi vida cojones, que yo no le
pregunto a usted que hace o no hace con su vida, joder, el ambiente empezó a
tensarse. Los ojos del hombre se humedecían pese a la notoria intención de
evitarlo, estaba usted con alguien y
entro su hijo a casa sin
avisar y les encontró a usted y a ella
en casa. Pues si y que pasa. José hizo el ademán de levantarse, nada, nada, no
pasa nada hombre, relájese, Es eso es, que me fastidia, porque yo no estaba
haciendo nada malo, vale, vale, tiene usted toda la razón, claro que si, nada
malo, ningún mal a nadie, y le felicito. Y, bueno, cuénteme, pues nada,
cuénteme, como es ella. Pues nada, sin más, es una compañera, se llama Marita,
de toda la vida del pueblo, usted es de, preguntó, yo soy de Roncal, al lado de
Sangüesa, y ella, su compañera digo, es del pueblo también, no, ella es de Lumbier, de al lao, pero de siempre hemos bajado a Sangüesa, a trabajar en la fábrica, que
hay una fábrica de papel donde trabaja casi todo el, todo el pueblo. Yo era
compañero de su hermano Pedro, en la papelera, en la fabrica vamos. Ella se
casó, y se fueron a vivir a Roncal, y ahí pues nos conocimos, del pueblo, de
los hermanos, que bien, oiga, tanto años además, su otro hermano, continuó,
tenía una frutería al lado de casa, y pues a ella la solía ver. Y enviudó. Y
los hijos se vinieron aquí a Pamplona, hace ya varios años, Y pues un día que le encontré en el pueblo
,nada, que al final se volvió y que estaba ella también viviendo allí, si, y
nada, pues cuando aún tenía la huerta,
le llevaba algo de mi huerta y , pues eso. Amigos de siempre, del
pueblo.
Claro,
dijo ella, parecía que la conversación terminaba otra vez por englobarse en un clima de
confianza. Empezó a anotar en una carpeta pequeña de color celeste, sin
dejar ni un momento de prestarle
atención. Y eso, tampoco es que haya mucho más que contar vaya, bueno pero como
está usted con ella, está feliz. Hombre claro, muy contento la verdad, muy contento hombre. Sus ojos irradiaron
en ese momento luz al hablar de ella, se sentía renovado, y parecía haber
entrado más luz tras la ventana de la habitación, que bueno José. Pues yo le
veo muy bien, con ilusión, con energía. Además usted iba a andar todos los días verdad, preguntó, si,
si, si, todos los días, andaba carretera Javier y volvía, que bien oiga. Pues
yo lo encuentro francamente bien, hombre es difícil, pero bueno, ya le digo yo
que si mujer, ya le digo yo que si, pues eso, lo único, la medicación, que le
recetaron, si sigo tomando el este,
aracprotale, y las pastillas para regular la tensión, todo eso, no, como
siempre, si, si, asintió, sí, eso sí siempre.
Ella se
puso de pie, termino por indicarle que dentro de pocas horas podrían darle el
alta. Quizás habría sido un malentendido, o una extrema precaución hacia los
desafíos que hace el amor al tiempo y a las convenciones que la propia sociedad imparte y exige. El
continúo mirando a la pantalla, pero
ahora su gesto era diferente, su respiración
cambio, a un ritmo más sosegado que antes de la charla. La luz que el
sol irradiaba iluminaba cada vez más la habitación.
Tres:
Tic
Y que te
ha dicho papá, he, dime, que, que te ha dicho papá, apagó la radio mientras
veía su reflejo por el retrovisor, pues eso, que si le tenemos que dejar a su
aire, que muchas gracias, pero que quiere estar tranquilo, que ya nos vale, que
nosotros ya tenemos nuestra familia, ya sabes, lo de siempre, dijo mientras
levantaba las manos del volante para gesticular. Es que no me gusta nada que este ahí solo en casa, y
la chica esta, ayer le llame, y que ya no quiere seguir, porque no se siente
cómoda, porque ya no le viene bien, que se ha cansado, vamos, y claro, puede pasarle cualquier cosa. Ya Jesús, pero
no le vamos a obligar o que, o le vas a obligar, no le vas a obligar pregunto.
Pues haber que nos dice ahora, ya se yo
que nos va a decir. Y yo , pero, pues eso , joder , no sé , vamos a
hablarle haber si se quiere venir a la residencia, que ahora va a estar mejor,
más cerca de nosotros, para visitarle con los críos, y salir por ahí, yo que
sé, ni le menciones residencia Jesús, que ya vas a ver como se pone, Pues Ana
hablo ayer por teléfono con ellos y me comentó
como que podían venir a hablarle a él y decirle un poco como va a estar
allí, para que se dé un poco cuenta, vamos. A ver, a ver, si hay suerte, pero vamos, ya te digo yo que
este no sale del pueblo, sentenció .José estacionó lentamente el peugeot
cuatrocientos seis color azul oscuro
delante de la bajera de la casa de su padre, en la parte trasera del edificio
de la casa donde vivió la primera mitad de su vida, cogió por pura inercia el freno de mano, giro la
llave y apago el vehículo. Tomo la bandolera marrón del asiento trasero, y miro con la misma sonrisa que siempre
utilizaba, de hermano mayor y bajó.
A medida
que subían las escaleras no podían comprender como después de tantos años ahora
quizás pudiese resultar incomodo dialogar con su padre. Tras todo el tiempo que
empleo su vida, su trabajo, su tiempo, su esfuerzo , su lucha, por brindarles
aquello que él nunca conoció, ahora la relación, sentían, se había deteriorado y el distanciamiento
parecía fortalecerse a medida que pasaba
el tiempo para todos.
Abrió la
puerta del portal y ambos subieron las escaleras. Aun se podía oír el ladrido
del perro que vivía en el segundo, mientras percibía el paso de la gente frente
a su puerta. Llama al timbre anda, tengo la llave, igual ni se entera, llama al
timbre, hazme caso, llamó al timbre, una vez, esperaron un tiempo prudente para
obtener respuesta, no abre, pues igual habrá salido a comprar, yo que sé, llama
de nuevo anda, igual no te ha oído, que este hombre ya. No obstante, si la
atención era prestada de forma esmerada, se podía oír una melodía resquebrajada,
antigua, dulce, procedente del interior, ya está otra vez con la canción, ella
se irá para siempre, cuando amanezca otra vez. Abrieron la puerta con la llave
que ambos poseían de su antiguo hogar y notaron como a medida que se
introducían en la vivienda la canción se cargaba de volumen y ascendía. Venía
de la habitación, papá, preguntaron mientras encendía la luz del pasillo. Era
inevitable dirigirse al cuarto. Papá, que soy Jesús, que estoy aquí con
José, estas ahí,papá, preguntaron,
temiéndose incomodar, esperaron, no obtuvieron respuesta.
Irremediablemente se dirigieron a la
habitación, y pese a tocar con la llave la llave, y preguntar dos o quizás tres veces más si,
no hubo contestación. Abrieron la puerta. La canción se podía escuchar claramente,
ella es la estrella, que alumbra mi ser, papá por dios. La melodía abrazaba el
ambiente por completo.
Cuatro:
Tac
Hola que
tal, buenas tardes. Sois los hijos de José, verdad. Si, dijo uno, Si, si el
otro también. Hola, encantada, soy Pilar, la psiquiatra que le ha visto esta
mañana, dijo ofreciendo la sonrisa que utilizaba en el trabajo, en el hospital,
profesional y cordial, pensaba. Que tal, habéis podido aparcar, preguntó, para
resquebrajar el hielo del momento, y la propia coraza que la frivolidad, la
inusual naturaleza de la situación podía erigir y era capaz de envolver en el contexto, casi
asfixiante inclusive a esas alturas de la profesión. Si, al final después de
dos vueltas hemos pillado hueco, dijo uno. Sí, pero de churro, que si no,
estamos ahí, hasta las tantas, dijo el otro. Bueno pasar por aquí por favor,
venir conmigo, que igual estamos mejor aquí, a vale, vale. Bueno, a ver, vamos a ver. Pronunció dejando caer un
suspiro recargado de autocomplacencia, a
la vez impregnado de cierta tranquilidad,
como si la dificultad de la situación podría no habitar en motivos
clínicos, pero existía. Y ello ya no era tan fácil. Bueno, volvió a repetir,
José esta hora descansando, probablemente le demos el alta después de la
comida. Ahora ya he conversado con él, está más calmado, y bueno, pues, me
ha ido comentando como pasó todo. Ahora
toca vuestra versión, contarme un
poco, estoy yo aquí como un juez, con la
versión de cada uno, sonrió. Sobre qué
hora más o menos, he, sobre qué hora, el alta, perdón, si, me imagino dos o
tres, preguntó, no, no antes hombre, antes, una, una y media como muy tarde.
Pasáis por aquí, bueno aquí mismo, firmáis otra vez aquí y ya podéis marchar. A
vale, bajamos aquí, nuevamente, si aquí mismo. Vale.
Bueno,
verá, mi padre enviudó ya hace dos años, y bueno, duro no, como todo. Lo
habíamos estado llevando al ambulatorio
del pueblo, por trastornos de ánimo y depresión
y síntomas de distimia, si, ella asintió mientras apuntaba al mismo
tiempo de hacer el ademán de escuchar, con la cabeza. Y bueno, con alaproctale
tres veces por día, y parecía que iba
bien, no, preguntó , si la verdad que si, dijo el otro hermano, además bueno,
siempre hemos intentado estar allí, ayudándole, yendo y viniendo al pueblo, un
fin de semana él, otro yo, y bueno, se quedaba con una chica que le venía a
cuidar por las mañanas y por las tardes pues subía la vecina a verle, a ayudarle un poco, Marita , puede ser,
preguntó, he, no, no esa es la madre, la
hija , que es fisioterapeuta y ha trabajado ya con personas mayores. Ha, y
Marita, me dices que es la madre, si , no esta chica, si que le ayudaba y tal,
y bueno, así hasta hace dos meses que empezó con los gritos y los cabreos, no ,
hará dos meses y algo, si dos meses, que empezó, pues eso, con los cabreos, y
chillos, que si ya no nos importa, que si le dejemos en paz, que si le tratamos
como un estorbo, como un fastidio dice, eso como un fastidio, como un niño
pequeño, apuntó , y claro , yo ahora estoy
trabajando aquí en Pamplona, y mi hermano y mi otra hermana, pues , no sé, hemos pensado que igual ya a esta edad, es
mejor que este en la residencia, del mismo pueblo , no de aquí de Pamplona, el
vergel, a si, si y bueno, pero que no, que no se mueve él del pueblo, verdad,
si, si respondió su otro hermano, asintiendo.
Bueno,
dijo ella, sosteniendo su rostro sobre la palma de la mano, otorgando toda la atención, es un cuadro
clínico típico de los pacientes con trastornos de ánimo. El se encuentra
clínicamente en un cuadro de negación, es difícil , es muy difícil a su edad,
digerir, asimilar la pérdida de su compañera, se vuestra madre, y bueno, la
mente,en realidad el cerebro, que es un órgano complicadísimo de entender, crea restricciones hacia realidades a las que no logra adaptarse, principalmete propiciados por cambios bruscos después de tanto tiempo, él
ahora se encuentra en un proceso que en psicología se determina como negación, o no aceptación, no aceptación de
la pérdida de un familiar, es como una ruptura amorosa, no la aceptamos, y
bueno, el cerebro provoca que nos aferremos a
marcos o contextos que nos ayuden a mantener vivo ese recuerdo, dijo
ella, si pero, bueno, que joder, no sé ,
es duro, verle así, que no quiere ya ni que le hablen , ni que le digan, a veces tampoco quiere comer, añadió el otro
hermano, ni nada. Bueno, sí, es difícil, sobre todo para los familiares, el ya
tiene noventa y dos años y le queda ya poca paciencia en su reserva, de, de
paciencia, digo. Pero bueno, a ello se le junta los principios de alzhéimer,
de sentirse poco útil, de inactividad,
de exceso de ocio, el ha trabajado toda su vida, y me imagino que como todos
los de la anterior generación, a primera hora de la mañana, hasta que se
termine el jornal , como dicen en mi pueblo, ha trabajado siempre, y luego
después se entiende la tercera edad como una etapa de compartir, compartir el
tiempo, con , en este caso, su compañera de toda la vida. Su compañera de a
bordo. Mi padre, por ejemplo, trabajo desde los 13 años, había que ingresar dinero a casa, y él
trabajó en la huerta de su tía ahí, y
así. Entonces es duro, aunque no es algo común, pero claro, añadirle la pérdida
de su mujer, que eso es duro. Ya, si, ya, asintieron intentando comprender el
funcionamiento del cerebro, pero bueno, no sabemos, por que, bueno, si no está
a gusto ahí, y no se deja acompañar, y no quiere que le atiendan ni nada, no
sé.
Bueno,
hombre, no es fácil. Pero llevo ya
viendo estos perfiles clínicos y la mejor medicina es la paciencia, el afecto,
el cariño que le deis vosotros, los nietos, la empatía, sobre todo. José ahora
lo bueno que tiene, lo bueno, dijo ella,
que ha encontrado esta compañera,
necesita tanto privacidad, como comprensión y claro, por eso es que no quiere
irse de ahí del pueblo. Que, dijo uno de los dos, extrañado, que compañera, la
chica esta, no si ya la ha echado más de una vez, y claro, no, me refiero a
esta mujer, a Marita, me ha dicho que se llama, dijo ella sonriendo, que bueno, que es complicado, para vosotros me imagino, pero, que Marita,
perdone, Marita, la vecina, la madre, no, no era la hija, Marita, que, la
vecina. Este, Jesús sonrió, bueno esa mujer
no ha tenido contacto con mi padre, su hija, le digo, no ella, ella ya
es una mujer mayor, hombre, bueno, de
hecho creo que estaba ingresada, no, le
digo su hija, que iba a ayudarle. Pero, si,
a ver a ver, esperen, que me hecho un lío, y mira que es temprano, he. A ver, dijo ella,
a ver, dijeron ellos también, que nos aclaremos, le encontrasteis en vuestra casa,
preguntó, bueno la casa del pueblo donde él vive, nosotros
vivimos aquí en Pamplona, bueno, si , si, le encontrasteis en la habitación,
si, en su habitación, si , está allí en el parte, si bueno, le encontramos en
casa, en su habitación, semidesnudo, no bueno , desnudo casi, bueno, desnudo,
semidesnudo, es igual, estaba con esta mujer, Marita, esta mujer mayor que
también está viuda, si ,si, ella ya es
una mujer muy mayor, dijo José hijo, si, pero no, no, si , bueno no sé , es lo
que yo leo aquí, y un poco lo que me ha
dicho José esta mañana, dijo ella. No ,no, bueno, no, sin más, fuimos a verle
por que veníamos de hablar con la
residencia para que intentasen hablarle, pero claro, fuimos más temprano que de
normal, y como no nos coge ni nada, pues fuimos directamente, no, si, dijo
ella, que lo hemos pensado ya bastante,
y joder, yo creo , dijo el segundo hijo , con semblante sentencioso, que
poniendo en una balanza, pues que al final no va a estar allí tan mal, con más
gente, con profesionales, con programas, más controlado no, no sé, digo yo, si
, si asintió el primer hermano. Ya , sí
,sí, bueno , pero ese no fue el desencadenante, creo yo, no, si no que bueno,
estaban ellos dos allí, no, preguntó ella, no , mi padre, estaba sólo, desnudo,
recostado en la cama, en la habitación, con la música que pone el siempre, como
hablándole a una foto, o algo, no sé, como
hablando, como riéndose, no sé, por eso le trajimos, porque bueno,
preocupados estamos, no sé si es alzhéimer o la pena, dijo él, pero nos
asustamos de verle allí. Las expresiones en su conjunto habían cambiado tras
la aclaración, como si volviesen a encajar en el contexto, como si el
hielo y la coraza del diagnóstico volviesen a endurecerse, a solidificarse.
Pero
bueno, entonces no estaba nadie con él, no estaba esta mujer con él, Marita,
no, no, dijeron ellos, no había nadie,
hombre, estaba él sólo, con la música
puesta, un radio casete que tiene él, pero como hablando o susurrando, no sé,
algo no muy normal la verdad. Pero, qué me dice, lo que oye, pero entonces, no
había nadie, que no, ya le digo yo que no, dijo extrañado, por eso le hemos
traído, por que verle así, pues, no sé, que no quiere hablar con nadie, ya
estamos un poco desesperados, pero no, esta mujer de hecho no sé si estaba
ingresada o ha fallecido, creo he, no sabría decirle, me parece que sí, ella
estuvo un mes ingresada, pero creo que falleció hace una semana, dijo José
hijo, creo que igual si.
La boca
de la doctora aún no se había cerrado
del todo. Sumergida en su asombro, sonrió, cogió la hoja que tenía frente a ella, se levantó, se volvió a
acomodar el pelo, esperarme aquí un momento por favor, y se marchó.
Cinco:
Tic
Diagnostico.
Fecha, seis barra cero cuatro barra dos mil doce. Servicio Navarro de Salud.
Osasunbidea. Datos personales. Nombre. José Antonio Arraíza Garcés. Fecha de
nacimiento. Veintiuno barra cero cuatro barra mil novecientos veinte.
Domicilio, Carretera vieja de Tafalla número cuatro .Localidad, Sangüesa.
Provincia, Navarra. Número de identificación clínica, uno tres cinco tres cero
cero siete dos cuatro cuatro uno cero seis. Datos de ingreso. Fecha, cero
cinco, barra, cero cuatro, barra, dos mil doce. Hora, quince dos puntos treinta
y cuatro. Sintomatología, cuadro ansioso depresivo grados dos puntos uno. Hoja
de puntuación de cu erre test dieciséis,
catorce. Ritmo respiratorio cardiaco, ciento treinta y tres pe eme. Observaciones,
proceso depresivo. El paciente presenta un proceso ansioso depresivo tipo be
con sintomatología normal no agresiva. Tratamiento. Aracprotable quinientos miligramos,
fluoxetina, cien miligramos, citalopram , liolactil dosis tres. Alta, diez dos
puntos quince, seis, barra, cero cuatro barra dos mil doce. Doctor, a, María
Pilar Satrústegui Verasiain.Reingreso
Seis:
Tac
Que
galante, gracias, gracias, le agradeció,
esta como es que llama, la canción, como se llama, que es muy bonita, ya
la conozco, si, los panchos mujer,
bueno, este me parece, me parece que es Lucho Gática, que siempre me gusto,
Lucho Gática, el reloj, dijo sin poder
dejar de mirarla, y las velas, hombre ya que me vienes a acompañar, pues, hay
que hacer esfuerzo, le dijo. Sus movimientos eran dóciles, pero sin perder su
posición de varón, temerosa, sosegada por la movilidad que había ido pagando a
los años. Recostada, su cabeza sobre la almohada, termino de acomodarse en una
posición que le permitiese contemplarla. Ella, con cuidado y lentitud, hizo lo
mismo, se recostó frente a él, despacio, dejando aflorar en su expresión una
sonrisa que contenía el revuelo de sensaciones agradables en su estomago. A él
le gustaba su pelo blanco, blando y esponjado. Su rostro, poblado por arrugas y
pliegues, líneas que se enlazaban y parecían querer dibujar expresiones
escondidas que no se atrevían a salir a conocer
el mundo. Manchas en su frente que se confundían con la tenue
iluminación que dejaban las tres velitas rojas de navidad que él había
encendido junto al velador. La intención supeditaba completamente a la
funcionalidad. Sonriente él la miraba.
Sus cejas, despobladas, aún
albergaban vellosidad que permitían ver la mirada que tanto le agradaba que le
mirase. Su piel, era más que una forma de recubrir su cuerpo, que aún era un
cuerpo de mujer. La habitación encajaba con la música y la complicidad entro
por la puerta, y decidió quedarse. La cama era antigua, como todo allí, había
un crucifijo en la pared, un reloj, un cuadro y un espejo. Pero todo sobraba, o
todo carecía de necesidad. Sólo eran imprescindibles los dos, él y ella
y la melodía, nada más. Bueno,
José, que yo , no sé, que no , calla mujer, deja de quejarte, no tienes ni que
decir nada, dijo él, sonriéndole siempre, que ya hemos vivido, que ya hemos
trabajado, que ya hemos criado a los hijos, que ahora nos toca, ya pero que yo,
que no hombre, que no, le dijo, mirándola, que no le hacemos mal a nadie, pues
si, la verdad, yo a mis hijos ya, yo ya
les eduqué, ya les formé, ahora ya puedo descansar, y tu lo mismo, que
estás siempre preocupada, ya son mayores ya, dijo riéndose, sin dejar de
mirarla, ya a uno, la vida le da permiso pa vivir tranquilo, aquí, donde toda
la vida, sin problemas, así, feliz, que
yo ahora estoy feliz, que estés aquí, no sé, ya , si, ella asintió dejando
gradualmente que aquella sonrisa se termine de asentar en su rostro y responder
a la amabilidad del momento.
Su
madurez, su seriedad, su determinación, los años, el trabajo, su familia, su
hogar, sus hijos, convergían en todo lo que él llevaba día a día en cada paso
dado, hacia la reflexión de la propia naturaleza y el ciclo de la vida.
Dejaban, permitían desempolvar las verdades de la propia condición del hombre
y las limitaciones que la sociedad imponía y su propia
naturaleza, edad y posición en un sistema de creencias y deberes, le obligaba a ser. Un hombre, frente a
su misma imagen, que daba paso a la
libertad de sentirse libre, aún dueño de sus sueños y decisor de sus
sentimientos, de sus sensaciones, valiente frente a la severidad de la rutina y el dictamen del
paso de los años. Sin permitir aceptar, resignar edad, a lo que estaba llamado
a hacer, esperar que el tiempo recorra su ciclo hasta el final, hasta que se
termine todo.
Sus
manos, impregnadas del trajín de toda una vida, y la lentitud del peso que
estos empujaban cada día un poco más hacia la quietud y caducidad, aún podían
dar una caricia. Frente a todo impedimento, siempre la vida, se hace un lugar y
vive, si reside, sobre intenciones validadas por el amor de seguir sintiendo.
De seguir viviendo
El ruido
que hacía el viejo radio casete que reproducía la canción desapareció, y dejó
paso a la melodía que en aquel momento, hizo que el tiempo se detuviera, a
pesar de los años y de la propia restricciones que le pusiese el mundo, y sólo
se oyó eso, la canción y su hermoso mensaje.
Reloj, no marques las horas, porque voy a enloquecer, ella se irá para
siempre, cuando amanezca otra vez. Nomás, nos queda esta noche, para vivir
nuestro amor, y tu tic- tac me recuerda, mi irremediable dolor. Reloj, detén tu
camino, porque mi vida se apaga, ella es la estrella, que alumbra mi ser, yo
sin su amor no soy nada. Detén el tiempo en tus manos, haz esta noche perpetua,
para que nunca se vaya de mí, para que nunca amanezca. Tic, Tac.
Malrc