Hace poco leía que había escrito hace unos años un poco más al norte de
Europa, que tú, literatura, eras como un antiguo primer amor, con el cual
permanecía en un contacto intermitente y liviano, jamás podría olvidarte, y
siempre llevaría una parte de ti allí a donde quiera que vaya.
Viendo, frente a mi ventana, cómo, sin ningún respeto a la veteranía de la nostalgia
y su procedimiento y ciclo, caen sobre
un suelo de vivencias tan intensas en belleza y arraigadas en promesas de amor
eterno, las hojas de un abedul confundido por no tener invierno en el jardín frente a mi WG, aquí en la caótica y ruidosa
irrealidad de “Mainhattan” frente a la estación de West, en un domingo cualquiera. Y pongo la música que me hizo ser
parte de ti, a lado de todos los cachivaches impregnados de soledad : el libro,
la estantería, la carta y algún otro mueble prestado, de mi pequeño lugar en alguna parte de Europa
central , donde me encuentre ahora, y , decido volver a verme con esas ganas de
escribir y tentar a la metáfora de
hablar de lo que está prohibido decir.
Aprendo en lección , de dificultad en problema, que el transcurso escribe sobre el
libreto que haz de desempeñar en lo
que te exige el guión de cada momento – resto de actores en este Theaterstück , en cada año que expone David
Fincher - y te recuerdo. Miro y sigue allí, el abedul.
Cada paso, cada sensación, cada sentimiento y su ciclo, cada duda
que se rompía en un beso. Intentando cegar la comprensión con Golemman “ Tú y tus putos libros no entienden nada del
amor “ gritabas mientras el portazo de la puerta presionaba más los temores que
se amontonaban sobre el sofá donde nunca me senté a explicarte mis
porqués. Y sólo sonreía. Cómo ahora al
rememorar mi acuerdo de no agresión que firmé con la nostalgia de no tenerte. Nos respetamos mucho. Muchísimo.
Es cierto. Hay momentos que sentir,
y dejar caer las hojas del abedul que
se trasluce tras la ventana del WG un
domingo tras el jardín de Schlossstr.
, es el mejor remedio, la mejor cura, la
vía natural, entre soledad y esas viejas
canciones que me viajan al lado más
seguro de ti. Sin complicaciones que deban ser explicadas. Detenerse y saborear
el olor del café mientras en paz, esperas haber dado todo lo que pudiste y
tenías por dar. Y vencerte, pero de triunfos en todo este tiempo, que ganó y está
hecho de valías que se enfrentaron a lo imposible yendo con la confianza y la
verdad como única credencial en mi Lebenslauf. ILD, deswegen werde ich Deutsch gelernt. ¿?
Frankfurt no espera. No se detiene. Algún día puede que se quede sin Verkehrsmittel pero como las nubes que
arropan su cielo, y su tiempo entre dos o tres paradas, sigue y hasta se salta las estaciones y te
deja sin invierno , confundiendo abedules y otros como yo. Continua, como el reloj
inverso de David Fincher, el retumbar
del bombo : "Lake House" – Where we are, where we are?
Ayer, que conocí a la Cuadrilla de Burdeaux, la Ley de las mujeres detrás de Rin, y una
interesante geógrafa, también acepté permanecer en un contacto intermitente que jamás podré
olvidar y siempre llevaré una parte de ti conmigo. Como hago con la literatura.
Sobre todo si siempre que se me preguntan por qué intento hablar alemán es a ti a quien explico – Warum sind
Sie hier in Deutschland ?
¡El abedul, a quien siguen desvistiendo, hace bajo sus pies una alfombra de vivencias llenas
de promesas y hojas secas! Las nubes , golpeándose contra los edificios en Frankfurt y el
olor del café sobre la mesa, me recuerda que si dejas pasar el tiempo, casi todo
puede llegar a enfriarse. Todo menos aquello que dejaste en mi.
Quizás quede poco para despedirme del Apfelwein
, Leipzigerstr. y Main. No me queda más que sonreír.
Weiter wir machen.
A 23 de Marzo del 2014. Frankfurt am Main.